Bajo el manto de nuestra Señora de Las Flores, con el texto evangélico de la visitación. ¿Quién soy yo, para que la Madre de mi Señor venga a visitarme? Lc 1, 43.

Del 4 al 10 de enero un grupo de hermanas (Hna. Ma. Lujan, Ma. Marcela, Ma. Eleonora y Ma. Isabel) y jóvenes de las comunidades de Rafaela (Santa Fe), Tigre (Bs. As) y Montevideo hemos llevado adelante el segundo año de misión en Estación La Floresta, Uruguay.

También han compartido algunos días, laicos comprometidos de Uruguay. Con mucho ánimo y gran disposición de escucha, empatía y respeto salimos al encuentro de las familias del lugar. Recorrimos todas sus calles, caminando por el mismo suelo sobre el que caminó nuestro padre, San Luis Orione hace más de 100 años atrás, y por el que han caminado, sembrando el bien, muchas de nuestras Hermanas. Hemos recibido una hermosa acogida de quienes nos han abierto las puertas de sus casas, y en muchos casos de su corazón.

Respondiendo a la necesidad planteada, de poder ofrecer un espacio para los más pequeños, convocamos a los niños a compartir tardes de juegos y merienda. También los adultos han tenido su tiempo de encuentro cada tarde y un momento muy especial de la misión ha sido el encuentro con los jóvenes que, con espontaneidad, sencillez y alegría, se acercaron a compartir un espacio diferente. Una tarde especial dentro de la semana ha sido el festejo de Reyes. Cada día de misión hemos celebrado junto al pueblo la Eucaristía y reencendiendo el recuerdo de los vecinos, la Virgen ha salido en procesión por las calles, rezando juntos el Rosario, pidiendo por las necesidades de cada familia. Fueron momentos de mucha alegría y emoción, en el que nos acompañaron miembros del Cottolengo Femenino de Montevideo y también representantes del Movimiento Laical Orionita (MLO). En este sentido la misión ha sido una experiencia de mucha fraternidad, en la que como Familia Carismática nos hemos sostenido y acompañado.

Agradecemos enormemente a la comunidad FDP que desde el Cottolengo Masculino en La Floresta, con gran generosidad y acogida nos han brindado las comidas y todo lo necesario para llevar adelante las actividades propuestas. El cariño, la alegría y el entusiasmo de los residentes del Cottolengo, que han compartido las tardes junto a nosotros y nos han recibido siempre con ánimo cuando llegábamos cansados, nos han hecho sentir realmente en familia. Una bendición especial ha sido la visita de Mons. Heriberto Bodeant, Obispo de la diócesis de Canelones, a la que pertenece este lugar. Monseñor se ha tomado el tiempo para conocer y escuchar a cada uno de los misioneros, nos ha compartido de corazón la realidad de la diócesis que acompaña y ha celebrado junto al pueblo la Eucaristía. Sus palabras y su cercanía han sido muy alentadoras hacia nuestra tarea misionera.

De las muchas gracias que hemos recogido al cierre de esta misión, creo que una de las que más ha resonado, en todos, es la confirmación de que nunca se siembra en vano. Nada de lo que hacemos, si es en Dios, es indiferente a la construcción del Reino. Todos hemos sido conmovidos por tantos testimonios de personas que han tenido una profunda experiencia del amor y la misericordia de Dios, estando en contacto con las hermanas que han vivido años atrás aquí. Brota de ellos, un emotivo y alegre recuerdo y un profundo agradecimiento hacia ellas.

Como pequeña comunidad misionera hemos tenido nuestros propios momentos de oración, poniendo siempre a Jesús en el centro, al comienzo de cada día dejándonos misionar a nosotros en primer lugar, poniendo a disposición nuestra vida, reconociéndonos instrumentos de la gracia y la providencia de Dios. Toda la misión ha sido confiada a nuestra Madre, la Virgen de las Flores, hemos sentido su presencia cercana y materna, su prontitud y atención misionera. Como Don Orione, también hoy nosotros sentimos la certeza de que “Todo es gracia de María” y que ella seguirá intercediendo para que la semilla sembrada de fruto a su debido tiempo. ¡Deo Gratias!




































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