En el tercer domingo de Adviento llamado “Gaudete”, experimentamos la alegría de la salvación: “No temas Sión (colocar el propio nombre), ¡que no desfallezcan tus manos!

El Señor tu Dios está en medio de ti, es un guerrero victorioso. El exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría” (Sof. 3,16-17). La Navidad es encuentro que llena de alegría, encuentro con Dios y con los hombres.

Es Dios mismo que nos busca, que quiere este encuentro, que quiere renovarnos, y viéndonos abandonados a su amor “¡exultará de alegría por causa nuestra!”.

“Recibí de Dios gracias excesivas de su amor, y sintiéndome movida del deseo de corresponderle en algo y rendirle amor por amor”, escribía S. Margarita María Alacoque. La cita el Papa Francisco en la Encíclica “Dilexit nos” (166-167) y termina: “Necesitamos volver a la Palabra de Dios para reconocer que la mejor respuesta al amor de su Corazón es el amor a los hermanos; no hay mayor gesto que podamos ofrecerle para devolver amor por amor. La Palabra de Dios lo dice con total
claridad: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron
conmigo»” (Mt. 25,40).

Esta es la verdadera alegría de la que habla Don Orione: “La perfecta alegría no puede existir más que en la perfecta dedicación de sí mismo a Dios y a los hombres, a todos los hombres, tanto a los más miserables como a los más físicamente y moralmente deformes, a los más alejados, a los más pequeños, a los más culpables, a los más contrarios” (Scritti, 105,200).

En el Evangelio del tercer domingo de Adviento la multitud que venía a bautizarse interrogaba a Juan diciendo: “¿Qué tenemos que hacer?”. Esta pregunta la hacían también los publicanos y los soldados (Lc. 3, 10-18). Pidamos también nosotras durante este tiempo … y seamos generosas en la respuesta, porque allí se encuentra nuestra “perfecta alegría”.

Es en esta semana que comienza la Novena de Navidad, un itinerario espiritual más intenso que nos lleva a acoger con alegría al Señor Jesús, Emmanuel, Dios-con-nosotros, que nos “bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Lc. 3,16). En este tiempo estamos más expuestas a la carrera frenética que vive el mundo, con la tentación de quedarse en la parte exterior de las fiestas y no en el Homenajeado.

Mientras encendemos la tercera vela de la corona, queremos ofrecer a Jesús el don de ENCONTRARLO a Él mismo en la Palabra, en los sacramentos, en la adoración del Santísimo Sacramento y en la hermana o hermano en el que Él vive.

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